sábado, 20 de marzo de 2021

                         MILAGRO DE NAVIDAD

Vivencias

Año 2009, fecha en que me nació mi vocación por los trenes y fecha en que comencé a elaborar mi primer libro "Mis trenes, crónicas de viajes y un poco de historia" , dicho libro lo publiqué dos años después. 

La necesidad de recrear ese libro, es lo que me llevó a recorrer las estaciones ferroviarias de la Argentina. Primero fueron las cercanas a la ciudad de Salta, más tarde los distintos ramales provinciales, luego las estaciones de Jujuy, Tucumán, Santiago del Estero, Chaco y Córdoba.

En uno de mis numerosos viajes por el norte cordobés, más precisamente por la ruta nacional 60, llegue a SAN JOSE DE LAS SALINAS.

                                

                                    Estación San Jose de las Salinas - Linea principal CC

En la estación de este pequeño poblado al borde de las Salinas Grandes, con un poco más de 700 habitantes, que viven casi exclusivamente de la extracción de sal, me tocó vivir un hecho milagroso, que significó, que en una Noche de Navidad salvara mi vida dos veces.

San José de las Salinas, no ha cambiado casi nada en más de 40 años, de aquella noche de Navidad, que el Señor Dios me dejó en esta tierra y que hoy lo puedo contar.

El 22 de diciembre del año 1972, junto a mi amigo y compadre Enrique Jimenez, partíamos hacia Lincoln (provincia de Buenos Aires) en mi pequeño año Fiat 600, para pasar Nochebuena con Raquel Lupino, que por entonces era mi novia.

El itinerario de casi 1.300 kilómetros fue el mismo que otras veces, salir después de almuerzo,  hace una parada en San Miguel de Tucuman y otra en las Termas de Rio Hondo, dormir a la vera del camino en las salinas (Santiago del Estero), desayunar en Córdoba, y llegar a Villa Maria siempre por ruta nacional 9, desde allí por ruta provincial 4 hasta Laboulaye para empalmar con ruta nacional 7 hasta Vedia y desde alli por un camino vecinal llegar a destino.

Nochebuena de brindis en casa de Raquel y calculando llegar el día 26 a nuestros trabajos es que partimos a eso de las 4 de la madrugada, todavía noche fresca y oscura que cubrimos los primeros kilómetros sin que nadie se nos cruzara en el camino, solo nosotros dos escuchando radio Rivadavia que era una de las más potentes por ese entonces y que pasaba muy buena música de aquéllos años setenta en Onda larga, ya que por ese entonces no existían las FM.

Empezó a amanecer sobre ruta nacional 7, cae una tenue llovizna y el sueño comienza a vencerme, decido parar en la banquina hasta que amanezca del todo, pero Enrique me convence seguir viaje pero con él al volante. La ruta mojada y el sueño de mi amigo que lo traicionó hizo que volcáramos, dando varias vueltas hasta quedar en la banquina con el auto dado vuelta, sin que ninguna sufriera lesión alguna.

El regreso fue toda una odisea, sin parabrisa y vidrios laterales rotos, con la puerta atada con alambre recorrimos los muchos kilómetros de la provincia de Córdoba, solo haciendo un alto en la localidad de Dean Funes para cenar.

Habia decidido regresar por la ruta nacional 60 recordando mis viajes a Buenos Aires en tren en el recordado "Cinta de Plata".

Se vino la noche, bajó la temperatura, saliendo de Dan Funes, pasamos Quilino decidiendo pasar la noche en el próximo pueblito, así fue llegue por primera vez a San José de las Salinas.

Ingresamos por un camino de tierra (hoy esta pavimentado) unos dos kilómetros, divisamos unas luces tenues y amarillentas, atraídos por la luz como insectos nocturnos nos acercamos a las inmediaciones de la estación ferroviaria.



                                Anden y playa de maniobras de la estacion San José

Sería por el cansancio, las tensiones vividas, el susto de la mañana, que mis recuerdos desde ese momento en adelante se me hacen borrosos. Debo haber estacionado en la extensa playa de maniobras de la estacion a unos cien metros del andén, observando como la luz del auto el brillo de unos rieles, supongo la segunda o tercera vía; el sueño nos venció, y es acá donde se produjo el milagro. Durante el sueño en una noche estrellada, pero sin luna, siento pasar un tren y luego no sé porque (no fui ni soy sonámbulo) arranco el auto y ...

Un estrepitoso barullo nos despierta, unas dos gallinas y un gallo se introdujeron al auto y nos sobresaltamos, para ver una hermosa mañana radiante de sol y con la sorpresa que no estábamos donde había estacionado en la noche, sino que las vías que estaban adelante del auto ahora estaban atrás y por suerte no sobre las vías.

El Niño Jesús nos había regalado un verdadero MILAGRO DE NAVIDAD.

DEL LIBRO DE MI AUTORIA: Historia sobre rieles. Edición 2018.





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